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domingo, 6 de noviembre de 2011

Entré a la clase, la cual se debatía entre el bullicio que provocaban los alumnos al hablar entre sí sobre cómo el verano había transcurrido y lanzando intentos frustrados de aviones de papel sin ninguna dirección a la que ir. Uno de ellos llegó a colisionar en mi melena haciendo que éste parara su rumbo y se enganchase en mi cola de caballo recién hecha.
Una vez el avión de papel pasó a mis manos se convirtió en una arrugada bola de papel que acabó tirada a la basura. Me senté delante de un grupo de cuatro amigos –dos chicas y dos chicos– en el que una de las chicas hablaba sobre cómo había perdido la virginidad con un estudiante de intercambio italiano. Sus ondas rubias, entremezcladas con mechones de color azul dejaban al descubierto que lo único que hizo con ese italiano fue saludarle cordialmente. No obstante, sus amigos la miraban sorprendidos, pidiéndole detalles que nunca ocurrieron.