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miércoles, 15 de febrero de 2012

Ella era puro veneno

-¿Te ha gustado?-incitó mientras se regocijaba en las sábanas blancas.

Aunque ya era por la mañana y habían pasado unas cuantas horas desde que habían dado fin a su travesura ella seguía ahí, en la misma suite en la que había irrumpido la noche anterior, con una expresión divertida observando a su última víctima.

-No ha estado mal-contestó ella con desgana. Se levantó mostrando su cuerpo desnudo, produciendo una sensación de ardor incontrolable en el joven. Hombres. Eran tan fáciles de conseguir y tan difíciles de retener...

Paseó un dedo por el tocador de madera de roble, le fue inevitable realizar aquella mueca de satisfacción al recordar lo ocurrido. Perfecto. Realmente perfecto.
El chico continuaba en la cama observándola fijamente, recapitulando aquello que sabía sobre ella para llegar  a una conclusión sensata: nada, no conocía nada más allá de lo que había visto. Tenía que saber más de ella, debía hacerlo.
Deslizó las manos por sus muslos e intentó alcanzar con suma delicadeza el vestido negro que se había quitado con tanta elegancia la noche anterior. Intentó no mirar a su conquista, pues sabía que ésta no había apartado su mirada de ella.

-Quédate-ordenó él con palabras dulces.
-No.
-¿Por qué?
-Sencillo-realizó una pausa mientras se aplicaba unas cuantas gotas del perfume Chanel nº5-. Si me quedo querrás hablar-sus manos se dirigieron ahora a sus cabellos dorados-y me convertiré en tu amante. Si me convierto en tu amante enfocarás los deseos frustrados que tu pareja no desea cumplir en mí-lo miró-. Dime, ¿estás casado?
-Yo... estaba prometido, pero el padre de la que iba a ser mi futura esposa rompió el compromiso-tragó saliva, era lo último que deseaba recordar en aquella soleada mañana.

La joven se rió descaradamente como muestra de su falsa compasión, como si una amiga le hubiera contado algo gracioso y ella tuviese que fingir que le parecía lo más divertido que había escuchado nunca.

-Entonces aún sería peor, me convertiría en tu paño de lágrimas-comentó una vez su expresión se tornó seria. Ya había terminado.

Dio un pequeño paseo por la estancia, era una de las mejores del hotel. Podía recordar los días en los que ella era la dueña de aquellos veinte metros cuadrados.  Todo era tan fácil entonces...
Observó cómo el fantasma de su antiguo yo se encontraba allí, reacio a dar crédito a lo que se había convertido. Había sobrevivido al ataque de la serpiente y ahora ella era puro veneno.
Se quedó a un metro de la puerta, saboreando la sensación de placer en el ambiente. Giró lentamente el pomo e hizo ademán de marcharse.

-¿Cuando nos volveremos a ver?-preguntó con el entrecejo fruncido.
Se volvió hacia él.
-Eso lo decidirá mi juego de azar favorito: el destino-contestó con una sonrisa pícara.