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lunes, 22 de agosto de 2011

Noche de Miedo 2

-¡Por favor, no me hagas daño!-gimió mientras se apretujaba contra la puerta sentada. Las lágrimas se convertían más dolorosas a medida que pasaban los segundos.
La persona que se había transformado en su verdugo la miraba con un falso sentimiento de lástima, disfrutaba de la situación; y lo que más le divertía era ver cómo su oponente se mostraba débil y se debatía entre lágrimas en lugar de actuar y plantarle cara. Pero no le sorprendía, toda la gente se comportaba de la misma manera.
Se agachó para observarla mejor, sus mejillas se habían vuelto sonrosadas a causa de la congestión producida por el llanto.
-Haré lo que quieras si no me tocas-negó con la cabeza a la vez que repetía las palabras sacadas de un discurso que había realizado unas horas antes por si no tenía recursos para continuar. La negación, producida por su subconsciente, delató que ella no tenía pensado en ningún momento cumplir su promesa.
-Supongo que eso debiste pensarlo hace unos días en lugar de ignorar mis advertencias. Ahora ya es tarde.
Volvió a negar con la cabeza asustada, diciendo “por favor” cada dos segundos. ¿Qué podía hacer ella contra una persona como ésa? ¿Luchar? Me temo que no. Solamente esperar el desagradable final que le esperaba. Sin embargo, ella no asimilaba que iba a ocurrir, no había llegado tan lejos para que las cosas acabasen así. En las historias que su abuela le leía cuando era pequeña los buenos siempre salían ganando y el malo perdía, desgraciadamente la realidad nunca fue así. No habría ningún príncipe que llegase con un zapato de cristal a colocárselo en su diminuto pie. Porque en la vida real, podían ganar tanto los buenos como los malos; una ruleta de la fortuna en la que te podía tocar de todo.
Por eso cuando unas frías manos la agarraron de sus tobillos gritó tan fuerte como pudo para que alguien la oyese y ganar la partida en el último momento.
-No te molestes en gritar-comentó-. Todo el mundo está rendido en un sueño profundo, lo único que conseguirás será quedarte afónica.
Deseó que fuese una mentira que le había contado, pero lo peor es que nunca mentía; lo que quería decir que hasta una persona que tuviese problemas para dormir esa noche lo haría como un lirón. Así que lo único que hizo fue reprimir las pocas lágrimas que le quedaban y aferrar sus uñas al suelo.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Noche de Miedo

Una joven se balanceaba sobre su cama. Estaba sentada y abrazaba con fuerza sus piernas. Estaba nerviosa, impaciente diría yo. Jugueteaba con mechones de su cabello, y aunque el reloj de pared marcaba que era casi la una de la madruga no daba la sensación de que fuese a conciliar el sueño, o ni siquiera intentarlo. Se levantó de la cama y miró a los alrededores fijándose en que nadie ni nada se estuviesen escondiendo en las sombras. Se encontraba de espaldas a la ventana que se posaba encima de la cama cuando este se abrió de golpe. Se asustó, la ventana solo se podía abrir desde dentro, y aparte de ella no había nadie más en la habitación. Había llegado el momento, pero ella aún no estaba preparada para ello. Así que, como una chica que desea salvar su vida a toda costa, se dirigió a la puerta de la habitación y agarró el pomo con todas sus fuerzas. No obstante, este al girar no abría la puerta. La puerta estaba cerrada, pero aparte de que esa puerta no tenía cerrojo no hacía apenas media hora que había regresado y esta abría perfectamente. Gimió asustada mientras intentaba salir de allí por todos los medios posibles. Tenía que haber una explicación para lo del pomo, pensaba. Pero cuando quiso darse cuenta que ni a la de tres podría hacer abrir la puerta la esfera negra con un extremo rectangular acabó en la palma de su mano, dejando un gran agujero en la tabla de madera colocada en posición vertical. Ahora sí que no había escapatoria. Antes de que pudiese asimilar todo lo que ocurría una mano le acarició el hombro derecho para después agarrarlo con fuerza y clavarle sus uñas en él. Con el corazón palpitándole con fuerza y los niveles de adrenalina por los aires, se giró y al observar a la figura que tanto le atemorizaba gritó hasta quedarse sin aliento.