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domingo, 2 de febrero de 2014

Memories





Recuerdo mi primera vez. La primera vez que me enamoré. Tenía quince años y por aquel entonces lo único en lo que pensaba era cómo sería Britney Spears desnuda y que era suficientemente mayor como para que me gustara Pokemon. 

La conocí una noche de verano, tenía la misma edad que yo y nuestras aspiraciones eran similares. No habían pasado tres horas y ya estábamos juntos. Locura, lo llamaban los mayores; romántico, lo llamaban aquellas niñas que aún veían Disney Channel.
Los primeros días fueron los más incómodos y, a la vez, felices. Más que novios, parecíamos dos amigos que se cogían de la mano y se besaban de vez en cuando.
Pero luego surgieron los problemas. No es que fueran graves ni nada parecido, pero éramos muy jóvenes, y lo que ahora nos parecería piedras en aquel momento eran muros gigantescos que nos separaban de la fortaleza del amor. Habíamos perdido ya la lucha antes de comenzarla y no fuimos lo bastante fuertes como para continuar. 
Nuestra última conversación estuvo repleta de lágrimas y falsas ilusiones. Era ella la que lloraba. Yo no, porque consideraba que era lo políticamente correcto, que en realidad no la quería y había sido sólo una fácil diversión. Pero, ¿a quién quería engañar?
Poco a poco, sus lágrimas se secaron: y poco a poco, las mías florecieron, marchitando todo mi jardín de júbilo. No es que ella fuera la única, pero sí la que más me llegó. Y es que el primer amor nunca se olvida.
A veces fantaseo que la vuelvo a ver, tomamos un café y recordamos todos aquellos momentos que una vez nos hicieron reír. Que en el último momento me dice que me ha echado de menos y volvemos juntos. Pero, ¿a quién quiero engañar?
La verdad es que no supe apreciar lo que tenía. A veces me recrimino que, de haberla conocido más tarde, a lo mejor hubiéramos podido tener nuestro vivieron felices y comieron perdices
Tal vez, mientras escribo esto en una cafetería, ella pase de largo por la calle y finja no conocerme tras verme por la ventana. O, simplemente, no me reconoce. Quizás, ella ya ha entrado y pedido su café y como yo estoy tan distraido desahogándome no me he dado cuenta. Puede que le diga hola y le pregunte si la conozco de algo. Le diré otro nombre para que no sepa que soy quien le rompió el corazón, sino su hermano gemelo aun siendo hijo único. 
Pero no está, se fue y no volvió. Mejor dicho, la eché de mi vida y ella siguió mi mandato a rajatabla. Mi causa creó un efecto en ella. Las consecuencias son estas. A lo mejor algún día puedo rectificarlas. Pero, ¿a quién quiero engañar?

7 comentarios:

  1. Claro, esos nenes que quieres ser hombres y dar lecciones de poder a niñas que solo buscan enamorarse y dejarse llevar. Luego todo se les vuelve en contra. Diría que lo tiene bien merecido, pero en realidad me da lástima. Los años le darán experiencia y aprenderá a amar como verdaderamente se hace.
    Precioso relato.
    Besos
    Cita

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  2. Hola guapa!!
    Una entrada muy interesante, me ha gustado. Besotes ;)

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  3. Cierto, el primer amor nunca se olvida y casi siempre es el más bonito. Un abrazo.

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  4. El primer amor, nunca se olvido, y en la mayoría delos casos, es por lo mal que actuamos ante los problemas y los jóvenes que somos para afrontarlos.
    Me gusto la entrada, muy bonita y realista.

    Publique, una nueva entrada por si te apetece pasara saludar, un saludo, Anastasia *-*

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  5. Buenas! Podrías pasarte por mi blog por favor? Si te gusta sigueme, es muy importante! Mil gracias :)) lobuen0sehaceesperar.blogspot.com.es

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  6. ¡AWWW, ESCRIBES MUY BIEN!. SALUDOS

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