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jueves, 2 de enero de 2014

Cuéntame tu secreto


Cuando era pequeña, mi madre me explicaba el origen del colgante de metal que pende del cuello de cada uno de los humanos del mundo. Me contaba que la mitad de mi corazón de plata se uniría con otra mitad idéntica y que una vez lo hiciera habría encontrado el amor verdadero. Yo siempre me aferré a esa leyenda melosa como una forma idílica de subsistencia, ansiosa por que llegase el día en que encontrase mi otra mitad y pudiera deshacerme de este estúpido colgante.
Era imprescindible llevar a todas partes tu corazón desgarrado para que una vez encontrases la otra parte éste subsanase con una sobredosis de alegría. 
Pero el día no llegaba. Con dieciséis años, todos ya habían encontrado a su corazón gemelo, pero yo no. Alegaban que tal vez no había buscado bien, o que puede que no estuviese tan interesada por la felicidad eterna como parecía.
Lo que era una fantasía se convirtió en una pesadilla. Las miradas de los demás se posaban en mí como si fuesen una extraña, una invasora. Con el tiempo, no pude evitar odiar a quien quiera que fuese aquel hombre lobo azul a lomos de una hamburguesa de queso con bacon gigante. Lo odiaba por hacerme esperar, por cómo el tic-tac del reloj acababa conmigo.
Pero ese día acabó. Paseaba por un majestuoso puente cuando observé el río  que había debajo. Era tan oscuro, tan sugerente, tan profundo que sería capaz de guardar cualquier secreto que se propusiese por muy malo o bueno que fuese. Aunque la gente me observaba, estaba ya tan acostumbrada a sus miradas penetrantes e interrogantes que no fue nada nuevo para mí. 
Una parte de mí se ahogó en el río ese día y no volvió. La mitad de mi corazón desgarrado ahora reposa en las profundidades de un río cuyo nombre desconozco. Pero la gente tomó la desaparición de mi mitad de plata con la aparición de mi amor verdadero, tan real como el no ser del ser. Y es que a la gente le daba igual quién fuese mi hombre lobo azul, lo único que le importaba es que me integrase en la sociedad como una hipócrita más. 

Sé que ahora me estarás juzgando por haberte confesado mi mejor guardado secreto, pero apuesto a que tú también tienes algo que contarme. Tú sabes el mío, pero ¿cuál es el tuyo?

1 comentario:

  1. Qué bonito. Pues yo tengo miedo a la gente "pija" que me critica. Ese es mi mayor miedo, pero lo estoy superando.

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